Hace más de un mes que no escribo en este espacio, y aunque no me guste dejar tantos días sin escribir, he tenido una muy buena excusa… ¡Ha nacido mi niño (L)!
El año pasado decidí darle la vuelta a este blog y cambiar la temática de «finanzas» a «salud física y mental». Y es que yo misma experimenté en mis carnes un trastorno mental severo que derivó en crisis de ansiedad, pánico, TOC y depresión (la gran temida).
Así que empecé a rellenar entradas y entradas comentando aquella aborágine que pasé e intentando aportar algo de luz a aquellas personas que pasasen por algo similar.
Comencé hablando de los ataques de pánico, de cómo el apoyo profesional y laboral en estos casos es fundamental y de lo poquito que entendemos cuando pasamos por algo así. Pero más tarde empecé a cubrir otras áreas como son el TDPM o trastorno disfórico premenstrual y la dieta antiinflamatoria (y concretamente el síndrome del colon irritable).
Y es que cuando acabas sumergid@ en una ola mental tan gorda, necesitas ir descubriendo capas para dar con todo aquello que te lo ha provocado.
Lo que sucede es que no hay un motivo, hay muchos motivos que contribuyen a la explosión y que tienen distinta ponderación. Suele deberse a un cúmulo de malas decisiones, errores cognitivos, excesos (de responsabilidad, de comida basura, de actividad)… y a una saturación que nos acaba confundiendo y alejando de aquello que es verdaderamente importante.
Pero bueno, íbamos a hablar de Leo y me he ido por las ramas…
Leo ha llegado a mi vida tras trabajar en todas esas capas. Y me alegro mucho de que haya venido después y no antes, porque no quiero que cargue con ellas, puesto que ya tendrá suficiente con las suyas.
Y aunque me queden muchas (como diría Cortazar en «Me caigo y me levanto»), y nuevas que estén por llegar, siento que él ha sido el producto de un trabajo muy grande tras una caída estrepitosa.
- Que él llegó a mi vida cuando ya había sanado una herida muy grande o en al menos en el proceso de sanación.
- Que sin haber hecho ese trabajo él no estaría aquí hoy, o estaría pero abocado a sufrir aquello que yo no había entendido.
- Que he de seguir trabajando en mi para evitar traspasarle mis heridas.
- Que desde su llegada, cuando sienta que caigo, he de coger más fuerzas pues la opción de saltar ya queda descartada.
Y probablemente sufrirá mucho, pero espero poder aportarle todo aquello que he aprendido y aprenderé en los años venideros, para que el disfrute eclipse al sufrimiento y para que entienda que su única misión en esta vida es disfrutar, dar, aprender y compartir.
Bienvenido mi corazón.
Mamá ya te quiere infinitamente.
Y con esto te dejo este maravilloso poema del que hablaba antes, y que tanto me ayudó en un momento de desesperación: